La estufa se pega al pantalón frío y la tarde queda atrapada entre el calor de adentro con la helada de afuera. El cielo se ve gris por la ventana. Todo lo pendiente por hacer queda como estaba. El bostezo constante se une a la coreografía de espaldas semi encorvadas, de ojos semi abiertos y de pies que caminan arrastrándose hacia la cocina para recalentar café o te, mientras los minutos avanzan y se acerca la noche. Al otro día es domingo, denuevo el invierno sin cielo celeste, el viento zumba sobre los vidrios limpios. La palmera tiene algunas hojas secas, pero se agita, se mueve. La pared blanca del patio está manchada, tampoco importa. Llega la noche, tal vez el lunes llegue la primavera.