La calle que gira sin que la vea,
y al pedalear la cadena gira sin retorno
porque no quiero detenerme,
sino mas bien quiero dejarme tragar
por el alma de los techos rectos, parejos, añejos
de ventanas entre abiertas
que liberan su grito encantado
y el hechizo que revitaliza
las venas, la mirada, las ganas de huir
sin perderme la suavidad del perímetro embrujado
por el eco del alba que se enreda entre los cabellos
de mis hijos montados a mi bici
para completar la escena
sobre la arena junto al mar...
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